
CONFESION BAUTISTA DE FE DE 1689

1. Las Escrituras
Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es tesoro perfecto de instrucción celestial; [1] que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla ninguna de error,[2] que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará; [3] siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual se debe sujetar todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.
[1] 2 Tim. 3: 16, 17. ; 2 Ped. 1:21; 2 Sam. 23:2; Hech. 1:16.
[2] Prov. 30:5, 6; Juan 17:17; Rom. 3:4; Apoc. 22:18, 19.
[3] Rom. 2: 12. ; 1 Cor. 4:3, 4; Luc. 10:10-16; 12:47, 48.
2. El Dios Verdadero
Creemos que enseñan las Escrituras que hay Dios viviente y verdadero, y que solamente éste hay, Espíritu infinito e inteligente, cuyo nombre es JEHOVA, Hacedor y Arbitro Supremo del cielo y de la tierra, [1] indeciblemente glorioso en santidad, [2] y merecedor de toda la honra, confianza y amor posibles; [3] que en la unidad de la Divinidad existen tres personas que son, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo;[4] iguales éstos en toda perfección divina, desempeñan oficios distintos, pero que armonizan, en la grande obra de la redención.
[1] Juan 4:24. Dios es Espíritu. Sal. 147: 5.; Heb. 3:4; Rom. 1:20; Jer. 10:10.
[2] Éxodo 15:11; Is. 6:3; 1 Ped. 1:16; Apoc. 4:6-8.
[3] Mar. 12:30; Apoc. 4: 11; Mat. 10:37; Jer. 2:12, 13. [4] Mat. 28:19.; Juan 15:26; 1 Cor. 12:4-6.
3. La caída del hombre
Creemos que enseñan las Escrituras que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su Hacedor; [1] pero que por la transgresión voluntaria cayó de aquel estado santo y feliz;[2] por cuya causa todo el género humano es ahora pecador,[3] no por fuerza, sino por su voluntad hallándose por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, positivamente inclinado a lo malo, y por lo mismo bajo justa condenación,[4] sin defensa ni disculpa que le valga. [5]
[1] Gén. 1:27; Ecles. 7:29; Hech. 17:26; Gén. 2:16
[2] Gén. 3:6-24.; Rom. 5:12.
[3] Rom. 5: 19; Juan 3:6. Sal. 51:5; Rom. 5:15-19; 8:17.
[4] Ef. 2:3.
[5] Ezeq. 18:19, 20.; Rom. 3:19.; Gál. 3:22.
4. El camino de salvación
Creemos que enseñan las Escrituras que la salvación de los pecadores es puramente gratuita,[1] en virtud de la obra intercesora del Hijo de Dios; [2] quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo hombre, exento empero del pecado; [3] honró la ley divina con su obediencia personal, Y con su muerte dio plena satisfacción por nuestros pecados,[4] resucitando después de entre los muertos, y desde entonces entronizóse en los cielos; que reúne en su persona admirabilísima las simpatías más tiernas y las perfecciones divinas, teniendo así por todos motivos las cualidades que requiere un Salvador idóneo, compasivo y omnipotente.[5]
[1] Ef. 2:5; Mat. 18:11; 1 Juan 4:10; 1 Cor. 3:5-7; Hech. 15:11.
[2] Juan 3:16.
[3] Fil. 2:6, 7.
[4] Isa. 53:4, 5.
[5] Heb. 7:25.; Col. 2:9.
5. La justificación
Creemos que enseñan las Escrituras que es la justificación el gran bien evangélico que asegura Cristo [1] a los que en él tengan fe; [2] que incluye esta justificación el perdón del pecado, [3] y el don de la vida eterna de acuerdo con los principios dela justicia; que la dona exclusivamente mediando la fe en él, y no por consideración de ningunas obras de justicia que hagamos; imputándonos Dios gratuitamente mediante esta fe la justicia perfecta de aquél; [4] que nos introduce a un estado altamente bienaventurado de paz y favor con Dios, y hace nuestros ahora y para siempre todos los demás bienes que hubiéremos menester. [5]
[1] Juan 1:16; Ef. 3:8.
[2] Hech. 13:39; Isa. 3:11, 12; Rom. 5:1.
[3] Rom. 5:9; Zac. 13:1; Mat. 9:6; Hech. 10:43.
[4] Rom. 5: 19; Rom, 3:24-26; 4:23-25; Juan 2:12.
[5] Rom. 5:1, 2;
6. El carácter gratuito de la salvación
Creemos que enseñan las Escrituras que a todos franquea el evangelio los bienes de la salvación; [1] que es deber de todos aceptarlos inmediatamente con fe cordial, arrepentida y obediente, [2] y que el único obstáculo para la salvación del pecador pésimo de la tierra es la pravedad resuelta de éste, y su repulsa voluntaria del evangelio, [3] repulsa que le acarrea condenación agravada. [4]
[1] Isa. 55:1.; Apoc. 22: 17;
[2] Hech. 17:30.; Rom. 16:26; Mar. 1:15; Rom. 1:15-17.
[3] Juan 5: 40.; Mat. 23:37; Rom. 9:32.
[4] Juan 3: 19.; Mat. 11:20; Luc. 19:27; 2 Tes. 1:8.
Creemos que enseñan las Escrituras que para ser salvo hay que regenerarse o nacer de nuevo; [1] que consiste la regeneración en la comunicación a la mente de carácter santo; [2] que la efectúa de una manera que no está al alcance de nuestra inteligencia el poder del Santo Espíritu en unión de la verdad divina, [3] consiguiéndose así que voluntariamente obedezcamos al evangelio; [4] y que se ve evidencia realmente en los santos frutos de arrepentimiento, fe y novedad de vida [5]
[1] Juan 3:3.; Juan 3:6; l Cor. 1:14; Apoc. 8:7-9; 21:27.
[2] 2 Cor. 5:17; Ezeq. 36:26; Deut. 30:6; Rom. 2:28, 29.
[3] Juan 3: 8; Juan 1: 13; Sant.1:16-18; 1 Cor. 1:30; Fil. 2:13.
[4] 1 Ped.1:22, 23; 1 Juan 5: 1; Ef. 4:20-24; Col. 3:9-11.
[5] Ef. 5:9; Rom. 8:9; Gál. 5:16-23; Ef. 3:14-21; Mat. 3:8-10; 7:20; 1 Juan 5:4, 18.
8. El arrepentimiento y la fe
Creemos que enseñan las Escrituras que son deberes sagrados el arrepentimiento y la fe, y asimismo gracias inseparables, labradas en el alma por el Espíritu Regenerador Divino; [1] con las cuales profundamente convencidos de nuestra culpa, nuestro peligro y nuestra impotencia, como también referente el camino de salvación mediante Cristo,[2] nos volvemos hacia Dios sinceramente contritos, confesándonos con él e impetrando misericordia; cordialmente reconociendo, a la vez, al Señor Jesucristo por-profeta, sacerdote y rey nuestro, en quien exclusivamente confiamos en calidad de Salvador único y Omnipotente.[3]
[1] Mar. 1:15; Hech. 11:18.; 1 Juan 5:1.
[2] Juan 16:8.; Hech. 2:38.; Hech. 16:30, 31.
[3] Rom. 10:9-11.; Hech. 3:22, 23; Heb. 4: 14.
9. El propósito de la gracia divina
Creemos que enseñan las Escrituras que es la elección aquel propósito eterno de Dios según el cual graciosamente regenera, santifica y salva los pecadores; [1] que por ser este propósito perfectamente consecuente con el albedrío humano, abarca todos los medios junto con el fin,[2] que sirve de manifestación gloriosísima de la soberana bondad divina; [3] que absolutamente excluye la jactancia, promoviendo la humildad;[4] que estimula al uso de los medios que puede conocerse viendo sus efectos en todos los que efectivamente reciben a Cristo; [5] que es fundamento de la seguridad cristiana; -y que cerciorarnos de esto, por lo que nos concierne personalmente exige y merece suma diligencia de· nuestra parte.[6]
[1] 2 Tim. 1:8, 9;
[2] 2 Tes. 2:13, 14;
[3] 1 Cor. 4: 7. ; 1 Cor. 1: 26-31; Rom. 3:27.
[4] 2 Tim. 2: 10.; 1 Cor. 9:22; Rom. 8:28, 30.
[5] 1 Tes. 1:4.
[6] 2 Ped. 1:10, 11.; Fil. 3: 12; Heb. 6:11.
Creemos que enseñan las Escrituras que la santificación es aquel procedimiento mediante el cual se nos hace partícipes de la santidad de Dios, según la voluntad de éste; [1] que es obra progresiva; [2] que principia con la regeneración; que la desarrolla en el corazón fiel la presencia y poder del Santo Espíritu, Sellador y Consolador, empleándose continuamente los medios señalados, sobre todo, la palabra de Dios, y también examinarse, abnegarse, vigilarse y orar,[3] practicando todo ejercicio y cumpliendo todo deber piadoso.[4]
[1] 1 Tes. 4:3; 1 Tes. 5:23; 2 Cor. 7:1; 13:9; Ef. 1:4.
[2] Prov. 4:18;
[3] Fil. 2: 12, 13; Ef. 4:11, 12; 1 Ped. 2:2; 2 Ped. 3:18; 2 Cor. 13:5; Luc. 11:35; 9:23; Mat. 26:41; Ef. 6:18; 4:30.
[4] 1 Tim. 4: 7.
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